El móvil se ha transformado en un compañero de cama frecuente para más de la mitad de la población de España. No resulta extraño, teniendo presente que hay más líneas móviles que personas (cincuenta y seis millones por cuarenta y siete). Un vínculo que ha elevado el grado de conectividad en el ambiente laboral, llegando a transformarse en un inconveniente para numerosos trabajadores, a los que les resulta imposible desconectar de sus labores cuando están en su tiempo de reposo.

“A veces ni siquiera son los jefes, sino los propios compañeros los que te escriben mensajes de noche o por la mañana para hablar sobre la planificación del día”, lamenta Eneko, que trabaja como maestro en un instituto de Bilbao y amontona capturas de diferentes conversaciones. Algunas de ellas, a las once de la noche. No desea dar su nombre real por temor a represalias en su centro de trabajo.

Esta hiperconectividad forzosa despegó con la pandemia y prosigue aún actual, en especial en ambientes en los que el trabajo a distancia se ha mantenido a pesar del regreso a las oficinas. Aunque las compañías están obligadas por ley a desarrollar políticas internas que impidan dirigirse a un empleado fuera de su hora, la realidad es que la mayor parte de ellas prosiguen sin establecerlas. Una anomalía que ha llevado a que las sanciones por vulnerar el tiempo de trabajo se hayan multiplicado en los últimos años: en dos mil veintidos, la Inspección de Trabajo interpuso multas por un valor de trece con siete millones de euros, el doble que ya antes de la covid.

El caso de Eneko no es diferente al de miles y miles de trabajadores, que son contactados frecuentemente fuera del horario laboral. Un estudio de Adecco concluye que el cincuenta y nueve% de ellos prosigue mirando su e-mail si bien haya terminado de trabajar, y que lo hace, de media, 4 días por semana. Una sobrecarga que ha upado el incremento progresivo de los días de baja por trastornos mentales o del comportamiento, que entre dos mil quince-dos mil veintiuno medró en un quince con cuarenta y dos%.

“Me he quejado a mis jefes y les ha dado igual, porque son ellos los que promueven esa conducta. Si estoy en mi día de descanso, deben respetarlo. Desafortunadamente, los que he tenido estaban casados con la empresa y para ellos toda su vida giraba en torno al trabajo. No sé cómo pueden vivir así”, lamenta M. A., que ha efectuado labores de reclutamiento de personal en múltiples compañías en los últimos tiempos. Hay, afirma, una brecha generacional que sosten esta clase de comportamientos. “Muchas personas, en puestos altos, consideran el trabajo como lo que da sentido a su vida y prefieren que todo gire en torno a él”, medita.

Cortafuegos

El derecho a la desconexión digital se incorporó al Estatuto de los Trabajadores en 2015, quedó encuadrado en la Ley de Protección de Datos Personales y de garantía de los derechos digitales de 2018; y se fortaleció, un par de años después, en dos mil veintiuno, con la ley de trabajo a distancia. Una coraza legal que ha envuelto el derecho universal de toda persona “al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas” —reconocido por la ONU en 1948—, cuya transgresión en España está tipificada con sanciones de entre setecientos cincuenta y uno y siete mil quinientos euros por la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social.

Oriol Cremades, maestro de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universitat Rovira i Virgili, estima que una de las razones por las cuales ciertas empresas pasan sobre esta regla está en que ciertos empleadores piensan que “la persona trabajadora es un recurso productivo más”, sin atender a que estas tienen un contrato de trabajo, “con derechos y obligaciones por ambas partes”. Además, mantiene que, del lado de los empleados, “la competitividad en el mercado de trabajo por avanzar profesionalmente o, sencillamente, para mantener el puesto de trabajo” son otros factores que inciden en la carencia de desconexión digital.

Para forzar el cambio en las compañías se han sumado otras regulaciones, como la obligatoriedad desde dos mil diecinueve de instituir un registro horario que delimite la jornada laboral. Sin embargo, aún no existe aún un marco jurídico comunitario, pese a que el Parlamento Europeo ha aprobado una resolución que insta al Ejecutivo comunitario a abordarlo legislativamente. “El derecho de los trabajadores a desconectarse es crucial para proteger su salud física y mental y su bienestar, así como para protegerlos frente a los riesgos psicológicos”, apunta el texto.

Según reflejan los resultados de las actuaciones de la Inspección de Trabajo, tanto el número de infracciones como el volumen económico de las sanciones impuestas con relación a el tiempo de trabajo y las horas excepcionales —el desglose de las actuaciones no distingue las que han sido de manera expresa aplicadas por vulnerar el derecho a la desconexión digital, mas estas se hallan enmarcadas en estas dos categorías—, han ido medrando en los últimos tiempos. Dando un salto significativo en el último ejercicio: en dos mil veintidos se registraron once multas pernadas con ocho con cinco millones de euros, la cuantía más elevada en la última década.

En opinión de Ana Ercoreca, secretaria general del sindicato de inspectores SITSS, que ciertos trabajos requieran de una disponibilidad que sobrepase la jornada normal de trabajo no es disculpa a fin de que se genere una transgresión del derecho de reposo. “Para eso existe el reconocimiento de esta necesidad por medio de un plus en el contrato”, apunta, y en caso alternativo plantea la próxima solución: “Si se ha de cubrir un turno de 24 horas, se contrata a tres personas para que hagan ocho cada una”.

“Acabas teniendo la sensación de que tienes que vivir con el teléfono encima”, confiesa Carlos (nombre falso), que a lo largo de años sintió la presión de tener que estar conectado de forma permanente en una compañía de auditoría. “Antes de la covid las cosas eran más normales, pero cuando todos nos tuvimos que ir a casa la cosa se desmadró: te llamaban al teléfono personal si no respondías al del trabajo, los clientes llamaban los sábados y los domingos a cualquier hora… Todos asumimos que con la vuelta a la normalidad esto dejaría de pasar y no fue para nada así”, agrega.

Varios dispositivos de un trabajador.JUAN BARBOSA

Sin consecuencias

La obligatoriedad de desarrollar políticas internas que sirvan para conservar este derecho que establece la ley es una de las piedras angulares de las dos reglas. Sin embargo, en ninguna de ellas se especifican las consecuencias que conllevaría para las compañías su negativa a realizarlas. “Aunque la estructura legal es suficiente para que cualquier trabajador que sienta que se está vulnerando su derecho al descanso pueda denunciarlo con garantías, la realidad es que muchas empresas siguen sin tener un protocolo que sirva de cortafuegos para que no se den estas situaciones”, explica Epifanio Alocén, letrado laboralista de Pardo Abogados. “En todo este tiempo no he visto ninguna empresa que tenga un plan definido”, reconoce este letrado, que recuerda que la presentación correos o mensajes de teléfono es prueba suficiente para empezar una demanda.

La ausencia de un régimen sancionador en forma de infracción administrativa ha tolerado que las compañías hayan preparado de un tiempo de gracia en el que muchas han seguido estirando las jornadas pasando sobre esta instrucción. “No se le ha hecho mucho caso durante la pandemia y en el periodo posterior, pero ahora está empezando a haber una reacción, porque el agotamiento presentan muchos trabajadores está provocando que tengamos que empezar a tomárnoslo en serio”, reconoce Jesús Torres, presidente de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH) y Chief Human Resources Officer (CHRO) de Food Delivery Brands (Grupo Telepizza – Pizza Hut). “Hasta ahora han sido más declaraciones de buena voluntad, pero desde la asociación estamos dando cada vez más cursos de buenas prácticas, porque en muchas empresas los trabajadores están volviendo a sus puestos presenciales y les están diciendo que no pueden seguir igual”, agrega.

Productividad y bienestar

En Generali Seguros tomaron cartas en el tema a fines de dos mil veinte, cuando acordaron, con el apoyo unánime de la representación sindical —una de las obligaciones que dicta la ley—, la puesta en marcha de un plan que sirviese de barrera contra la transgresión del tiempo de reposo de sus trabajadores. “El eje fundamental lo hemos colocado sobre los managers, porque son ellos los que tienen que gestionar el día a día de sus equipos”, especifica Alberto Ogando, Chief People & Organization Oficer de la compañía.

Un proceso de sensibilización “vital”, en especial desde el instante en que decidieron incorporar el trabajo a distancia en un cincuenta%. “Creemos que es imprescindible que se establezcan los filtros necesarios por eficiencia, productividad y en defensa del bienestar mental de nuestros trabajadores y de sus familias”, agrega Ogando. Desde hace unos años, los mails llevan incorporado un mensaje que les recuerda que si lo reciben fuera de su horario “no están obligados a responderlo”.

En el último Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) que sindicatos y patronales firmaron a inicios de mes, no solamente se vuelve a insistir en la necesidad por la parte de las compañías de reconocer este derecho a sus trabajadores, y de asegurar su cumplimiento; sino se definen ciertas buenas prácticas para una mejor administración del tiempo de trabajo, como el “envío retardado” de las comunicaciones para estas se efectúen en el horario laboral, o la “programación de respuestas automáticas” en periodos de ausencia.

“Aunque se intente controlar, en muchos sectores va a seguir siendo muy complicado que estas prácticas no se sigan reproduciendo en el futuro”, comenta I. M., ingeniero y responsable de proyectos en una compañía internacional de servicios de asesoría, ingeniería y arquitectura. “Aunque las empresas cedan, en determinados puestos va a seguir siendo imposible no atender el teléfono fuera de hora o responder a un correo que te mande un cliente. Es un cambio cultural muy grande y que implica a mucha gente”, remacha.