Antes de esta entrevista, Mark Coeckelbergh (Lovaina, cuarenta y ocho años) ha centrado la atención de un público poco habituado a debates filosóficos: pupilos de ingeniería han llenado una sala para percibir a este especialista en moral de la tecnología, convidado por el Instituto de Robótica e Informática Industrial de la Universitat Politècnica de Catalunya. Coeckelberg, autor fecundo —dos de sus libros están editados en castellano por Cátedra, Ética de la inteligencia artificial (dos mil veintiuno) y Filosofía política de la inteligencia artificial (dos mil veintitres)— sabe lo esencial que es edificar puentes entre aquéllos que desarrollan tecnologías y los que deben meditar de qué forma utilizarlas.

Pregunta. ¿Cree que estudiantes, ingenieros y las grandes tecnológicas tienen presente los aspectos éticos de la inteligencia artificial (IA)?

Respuesta. La gente sí es siendo consciente de que esta tecnología afectará a nuestras vidas, por el hecho de que ya está en todas y cada una partes, mas a la vez estamos confundidos por el hecho de que los cambios son rapidísimos y complejos. Por eso creo que es esencial que desde la educación y la investigación se haga lo posible para buscar un camino interdisciplinar, entre la filosofía, la programación y la robótica, para intentar solucionar estos inconvenientes éticos.

P. ¿Y con la política?

R. Sí, debemos crear más vínculos entre los especialistas y los políticos, mas que no solo cuente la opinión técnica. Hay que ver de qué forma podemos organizar nuestra democracia para tener la visión de los especialistas y, aun así, decidir . Las empresas tecnológicas tienen poco a poco más poder, y esto es un inconveniente, por el hecho de que la soberanía de las naciones y urbes va mermando. ¿Cuánto de nuestro porvenir tecnológico hay que dejarlo a cargo de ideas privadas, y cuánto debe ser público y controlado por las democracias?

P. ¿La inteligencia artificial es una amenaza para la democracia, o es que las democracias ya están desgastadas?

R. La democracia ya es frágil, por el hecho de que verdaderamente no tenemos democracias completas. Es como cuando le preguntaron a Gandhi qué pensaba de la civilización occidental y afirmó que era una gran idea. Lo mismo con la democracia: es una gran idea, mas no la tenemos completa. Para mí no es suficiente con votar y que salgan mayorías, es demasiado frágil para el populismo, no es suficientemente participativa y no toma de verdad a los ciudadanos. Falta educación y conocimiento para conseguir una democracia real, y es exactamente lo mismo que falta en la tecnología. La gente debe comprender que la tecnología asimismo es política, y que hay que preguntarse si es bueno para la democracia que infraestructuras de la comunicación como Twitter estén en manos privadas.

Usamos la tecnología de forma acrítica, y mientras que unos pocos tienen beneficios, al resto nos ordeñan por los datos

P. ¿En qué sentido amenaza la inteligencia artificial a la democracia?

R. Lidiamos con la tecnología sin meditar, la utilizamos acríticamente, mas nos da forma y nos usa como instrumentos para el poder, el control y la explotación de nuestros datos. Y mientras que unos pocos tienen beneficios, al resto nos ordeñan por los datos. Esto afecta a las democracias, ya que al no ser muy resilientes, las tendencias políticas aún se polarizan más con la tecnología. Esta combinación de democracias enclenques, capitalismo e inteligencia artificial es peligrosa. Pero sí que creo que se puede emplear de una manera más edificante, para progresar la vida de todos y no solo de unos pocos.

P. Unos ven la inteligencia artificial para trabajar menos y tener más libertad, y otros como una amenaza a sus trabajos.

R. Creo que la IA ahora empodera a quien ya tiene una situación privilegiada o una buena educación: por servirnos de un ejemplo, pueden emplearla para iniciar una compañía. Pero va a haber cambios en la utilización, va a haber cierta transformación de la economía, y hay que prepararse. Por otro lado, el razonamiento de que la tecnología hace las cosas más simples… Hasta ahora, ha dado sitio a trabajos precarios, como los conductores de Uber, y a trabajos que pueden ser buenos, mas son agobiantes. Por ejemplo, todos somos esclavos del e mail, y llegó como una solución.

P. Así que el inconveniente no es tanto la tecnología como el sistema.

Mark Coeckelbergh retratado en Barcelona, este miércoles. Gianluca Battista

P. ¿Qué impacto tiene en los medios?

R. En este ambiente, el inconveniente no es que la gente se crea una patraña, sino no sepa qué es patraña y qué es cierto. El periodismo de calidad es fundamental para dar contexto y para procurar comprender el planeta. Creo que puede asistir a que la gente tenga más conocimiento, aun si se usa la IA para ciertas labores del oficio. Filósofos, cronistas, educadores, debemos dar las herramientas para interpretar el planeta, por el hecho de que cuando falta el conocimiento y reina la confusión, es más simple que venga un líder con una solución simple y populista, como ya ha ocurrido en ciertos países de Europa.

P. ¿La tecnología puede hacer que los gobiernos se vuelvan más tecnócratas?

R. Los políticos están confundidos, sienten la presión de los lobbies y crean marcos regulativos, mas el ciudadano en ningún instante ha tenido nada que decir. Los Estados se vuelven poco a poco más burocráticos, por el hecho de que dan el poder a quien controla la inteligencia artificial. Entonces, ¿quién es el responsable? Este género de sistemas, como afirmó Hannah Arendt, lleva a los horrores. Debemos pelear contra ello, con regulaciones que dejen ver por qué los algoritmos toman las resoluciones que toman, y que dejen saber quién es el responsable.